lunes, 19 de julio de 2010

Del anhelo del conquistado

Salgo a la calle o quedo con gente y , a pesar de que pasan los años, cada vez me asombro más de lo rastrero que se puede llegar a ser.

Resulta que quedas con un tipo que es, digamos, Nicaraguense. Por decir un sitio eh. Y va el tío y comienza a vilipendiar su propio pueblo, a airear todos los defectos de su sociedad, de tal manera que parece como si quisiera excusarse de lo que es. En cambio, para los pueblos arios sólo tiene alabanzas. Todo lo que sea anglosajón o germano es maravilloso. Entonces comienza una saga de arboles genealógicos, de apellidos transformados, de abuelos exiliados para intentar demostrar que él y su familia tiene sangre blanca. Que si su apellido está grabado en la Catedral de Santiago, en el Valle de los Caidos, en el Escorial. Quiere ser como los que le dominan. Quiere ser el que domina.

Cuando veas esa actitud, debes saber que estas ante un ser conquistado y sin identidad. No hay peor derrota que la asimilada y la deseada.

¿De qué parte del cerebro humano sale semejante bajeza?. ¿Qué especie de rata quiere hacerse pasar por su verdugo?

Si eres de un país conquistado y maltratado, llévalo con honra, lucha por tu liberación y escupe al blanco que destruyó tu futuro.

Aquí en España también tenemos de esos. Sueñan con ser norteamericanos, con tener sus grandes carromatos y sus médicos millonarios. Afortunadamente son pocos y mucha gente se siente orgullosa de lo que es, corriendo delante de un toro o echando la siesta. Eso se llama País.




Ramiro Carvasio

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