miércoles, 19 de diciembre de 2012

Buena presencia, sin escrúpulos, sin talento, infelices

Que curioso fenómeno observo estos días.

Cada vez se extiende más una especie de homo ameboide. Un antropoide que aparece, hace el mal, y desaparece para ser sustituido por otro congénere de similar devenir platelminto. Es el nuevo ejecutivo.

Tienen cuatro características básicas.

La primera es que son de atractiva apariencia. Con mucho pelo, ellos. Altas y distinguidas ellas. Aunque, si te fijas bien, durante un segundo, se puede ver su verdadera faz, de cadáver en descomposición. Para mantener esa facha elegante, visitan gimnasios, corren por praderas, dejando el rastro de viscoso y fétido sudor a su paso.

De segundo, carecen de moral. Son como tenia. No importa el sufrimiento semejante. Si una familia queda en la calle, o mil. Si se destruye el trabajo de cien años. Solo hacen su desfalco, su mal, responden con el más infinito cinismo y desaparecen.

Otra evidente virtud de estos seres es que que no tienen nada en la azotea. Como aire. No crean nada, solo copian, copian, las maldades de otros. Sirven, obedecen. Cuando presencian el genio, lo miran como al sol, y al minuto siguiente, lo copian. Son no aptos.

Y finalmente, revestidos de esas corazas de hojalata, por dentro son desgraciados. La felicidad huye de ellos como la peste que son y nunca llegará a rozarles, porque el bien se imanta a los virtuosos, como sin esfuerzo. Los pantanos de azufre serán siempre su hogar.

Esta es la realidad de estos que veis por ahí, de traje. En los altos cargos, en los mandos intermedios. No está nada mal.




Ramiro Carvasio

3 comentarios:

  1. Hola, que bien lo has visto. Pobres, allá ellos, claro. Tienen lo que merecen. Y sin embargo, habría que erradicarlos, como a una plaga.
    Jan Carvasio

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  2. Hermano Jan, cuanto te echo de menos

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  3. Estupenda descripción que retrata a... demasiados.

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