Desde los orígenes, el hombre ha tendido a dejar volar su imaginación, y crear con ella todo un sistema de creencias que explican y dan sentido a su existencia. Durante siglos, la mayor parte de los hombres no han logrado explicarse a sí mismos ni a su mundo de otra manera.
A costa de esta mayoría crédula, ha surgido desde la prehistoria, una casta de personas que viven de explotar estas creencias religiosas en sus semejantes. Obtienen así, el poder y la autoridad moral sobre el grupo, el control de la sexualidad. Todo buscando el único objetivo de poseer los beneficios terrenales del trabajo de sus hermanos. Sin doblar el espinazo ni una sola vez, claro. Vivir de gorra a costa de los demás.
A través de las culturas y las eras, esta casta ha metamorfoseado como íncubo. Va desde el más emplumado y saltimbanqui brujo de la tribu, hasta el más enmitrado, cebado y pecador obispo. Algunos de estos grupos, se han corrompido, víctimas de su propio fanatismo. Han sido el refugio de homosexuales, pederastas, prostitutas. Precisamente los colectivos que su doctrina perseguía, en una quimerica venganza de la historia.
Pero siempre cumplen los mismos requisitos. Vagancia, hipocresía y provecho del prójimo. Ya sea dándote un brebaje, agitando unas hierbas o matando un gallo, al final el tío no trabaja, tiene las tierras, la cosecha, el diezmo, las subvenciones, el oro, el arte, el dinero, mientras el pueblo sólo tiene sus manos para trabajar.
Por regla general, las personas que decidían pertenecer a esta casta eran, a su vez, ya integrantes de "Las Fuerzas del Mal", (vean mi artículo más abajo), ya que su objetivo era vivir sin trabajar del esfuerzo ajeno. Egoismo e hipocresía.
Eliminemos ya esta casta parásita, que ha vivido del engaño y el discurso, mientras los demás les hemos hecho el trabajo honrado, el trabajo de verdad.
Que cada uno tenga sus creencias y las disfrute en soledad o en compañía, pero que no mantenga al embustero pastor.
Estamos en una sociedad de profesionales. Donde hace falta el trabajo y el esfuerzo y no el engaño y la palabrería. Dejemos el trabajo intelectual a los artistas, los filósofos, los escritores, que se ganan la vida honrádamente como profesores, o como mecánicos. No a los embaucadores cobradiezmos, pasaplatos y echasiestas.
Fin a la casta sacerdotal,
¡A TRABAJAR, HOMBRE!
Consulten estas interesantes páginas, para que comprueben estupefactos que, en los tiempos que vivimos, aun hay numerosos embusteros que se aprovechan de las creencias de los demás para forrarse sin dar ni golpe, ya sea bajo la promesa cenital de un judío en sandalias, de un paleto y polvoriento Hindú o de una nave espacial intergaláctica:
http://www.sectas.org/
http://cerebrosnolavados.blogspot.com/
Sobre ateismo, Richard Dawkins, "El espejismo de Dios", Espasa calpe.
Ramiro Carvasio Luminoso
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