No llevo demasiados años trabajando, pero ya he podido comprobar que en España hay muy malos jefes. Tienden a la ineficacia y al despotismo. Un despotismo ineficaz.
Lo normal sería pensar que el problema está en la formación y preparación de esos jefes. Es verdad. Con una correcta preparación, mejorarían. Pero lo cierto es que he observado un fenómeno que se da en el trabajador y que tambien es causa de ese despotismo.
Cuando el jefe es un criminal, todo el mundo achanta las orejas y obedece cual vulgar podenco. Aunque el jefe sea un inutil integral, vago, ineficaz, desordenado y que obtiene malos resultados, los trabajadores le rinden obediencia plena. Bien es verdad que luego lo ponen a parir cuando salen del trabajo, pero entonces no sirve. Una protesta infantil y cobarde. Un cotilleo.
Incluso los hay que acaban amándole, diciendo cúanto han aprendido con él y yendo a visitarle a su casa a cuidarle los niños. Ver para creer. Te humilla y tú le haces de canguro.
Pero lo raro, agarrense a la silla, es que cuando esa misma gente encuentra un jefe humano, correcto, educado, eficaz, ordenado; no lo respetan, lo odian, tratan de aprovecharse de él. ¿Ustedes lo entienden? Yo no. Me asombra y mucho. Lo que esa gente está diciendo con su comportamiento es que sólo sabe funcionar a palos. Probablemente porque en su sistema de valores solo entra la posibilidad: dominar o ser dominado.
Es muy triste darse cuenta que las personas solo funcionan con el miedo y el poder. No saben bregar con la colaboración, la ayuda. Por eso, muchos jefes acaban siendo tiranos, porque es la única manera de trabajar con un grupo en este país. Y esa es una de las causas de la baja productividad ya que el despotismo no es eficaz.
Quizá algunos piensen que el problema es que haya jefes, autoridad. Es muy posible, pero, de momento, en el trabajo, al fin, debe haber una separación de funciones y hacer bien las cosas.
Ramiro Carvasio
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