Estoy oyendo medios de comunicación de un país, a sus paniaguados medio idiotas e incultos, hablando sobre Libia, y me doy cuenta del doble rasero que se aplica. Con una apariencia de profesionalidad, lo único que hay en esos medios de ese país es voluntad de decir lo que el que manda quiere que se oiga, o sea, que son menos que el bufón del rey. El bufón se atreve a reírse hasta del mismísimo rey y de quien se ponga a tiro, y puede cargársela, como Francesillo de Zúñiga. Esos “periodistas”, “diplomáticos” y “expertos” a que me refiero lo único que hacen es repetir, con un lenguaje vacío, consignas mentirosas con la esperanza de ir lavándole poco a poco el cerebro al espectador. Y sobre todo de acariciarle las orejas a papá.
Se dice que Libia es un país muy rico en el que la riqueza no está repartida y que Gadafi es un opresor de su pueblo. Que es un criminal porque ha usado la violencia y ha causado muchas muertes. Que los recursos inmensos de su país no llegan a los ciudadanos, sumidos en la miseria. Y la ONU –esos muñecos- lo sanciona y todo el mundo los declara, a él y a sus acólitos, criminales y fanáticos. Incluso se dice, para colmo, que es más o menos un esquizofrénico, bipolar, enfermo, o sea, un demente. Es curioso, cuando quiere liquidarse lo que uno dice o representa, bloqueando cualquier merecimiento de reflexión, se dice que es un loco. Es lo que pasó con el autor del fallido –qué pena- intento de magnicidio sobre Fernando el Católico.
Puede que Gadafi, que arenga como un energúmeno enarbolando un libro, sea todo eso. No puedo saberlo, porque no he estudiado el asunto –como el 99,99 % de la población occidental- y ni siquiera he pisado las arenas de Libia. Este no es el problema, sino el doble rasero. Hace poco ha habido –y estamos en sus secuelas- una guerra en el mundo. Se dijo que un país tenía armas de destrucción masiva, y se preparó la enésima cruzada. Tampoco sabemos bien lo que pasa allí, porque no hemos estado y no hemos estudiado el asunto. Pero parece que es una guerra, y en una guerra muere mucha gente. Pero no ya sólo soldados, sino mujeres y niños que están en su casa y les cae una bomba. Si uno es el padre de esos, ¿qué hace? Imagínese.
¿No fue esa guerra un ejercicio arbitrario e injusto de la violencia más extrema contra la humanidad, con un pretexto inventado y llevada a cabo con el espíritu más criminal de apropiarse de lo que no tienes y codicias? Y ¿qué se dijo?, o ¿qué se dice? ¿Son criminales quienes la iniciaron, es decir, los causantes de una tragedia ingente en todo un pueblo? ¿No es eso una especie de holocausto? No se dice nada. Gadafi, porque mata a sus súbditos, comete crimen de lesa humanidad. Los dignatarios occidentales invasores, como las bombas caen en pueblos de adobe, no. ¿Y la ONU? Se da prisa en denunciar cuando le conviene. ¿Por qué no denuncia ahora el asunto de las supuestas armas de destrucción masiva? Si no hay, que se vayan ya se sabe quien. Pero claro, es que ya están allí, cualquiera les saca.
Irán tiene o puede tener la bomba atómica. Un loco con bombas atómicas es lo peor que puede haber. Efectivamente, hay muchas por aquí, y sus mandatarios ¿son de fiar? Llegué incluso a oír que Estados Unidos ya ha tenido la experiencia de lanzar la bomba. Esa experiencia es justamente en la que se basa nuestra confianza de que no la va a volver a lanzar. El crimen santifica al criminal, porque, dándose cuenta del horror que causó, ya no lo va a hacer más. Así que el peligro verdadero está en los países que tienen la bomba y no la han tirado todavía. Como si dijéramos, con la demagogia más cínica –y es que algunos, de tanto énfasis en repetir las mentiras de sus mayores, se la creen- que el asesino es mejor que el inocente, porque el inocente todavía no tiene la experiencia terrible del asesinar, así que a lo mejor lo hace si se le provoca. Pero que el que ya ha hecho el mal está vacunado contra él y es como si fuera –inocente, futuriblemente inocente. En vez de eso, lo que yo veo es que el único gobierno que ha tirado la bomba atómica sobre una población civil es el de Estados Unidos. Por tanto, por ahora, son los únicos que han cometido el crimen de lesa humanidad, han causado un holocausto.
El doble rasero se aplica como intento desesperado de justificación y de convencimiento. Se fundamenta en una ley muy sencilla: ellos son los malos, y nosotros los buenos. En realidad es mucho más al revés. Somos nosotros los que tenemos el mundo postcolonial estrangulado. ¿Se habla de un reparto justo de la riqueza de un país? Muy bien. ¿Se ha pensado por qué estos países musulmanes son tan pobres? Que sean ricos. Que se unan y pongan el precio que quieren al petróleo. Y que luego lo repartan todo al pueblo. Ojalá pasara eso. Nos veríamos otra vez en Europa yendo a caballo. Si pasara eso habría una guerra. Me dolería –amo a Europa- pero por otra parte me alegraría el espectáculo de ver levantarse a los oprimidos.
No es tan difícil que llegue a ocurrir. Lo raro es que esos países tengan tantos problemas y un nivel de vida tan bajo –excepto para una élite- teniendo en sus manos la clave del mundo industrializado. Esto se sabe –no se dice abiertamente. Por eso quizá se lucha encarnizadamente contra cualquier personalidad capaz de hacer que se unan. Se le llama dictador o loco, y se le acusa –sobre todo- de no respetar la “democracia”. El uso ideológico de esta palabra seguramente no pasa despercibido para cualquier semiólogo. Consiste en el vaciamiento de su significado; lo mismo que, por ejemplo en el siglo XVI la palabra “cristiano” o “Dios” o “Cristo”. No sabemos qué es lo que significa, pero la remitimos a nosotros mismos. No significa nada, pero nosotros la tenemos. Nosotros somos demócratas, ellos no son, luego ellos son culpables. Si preguntas luego que es ser demócrata, no se sabe.
¿Qué es ser demócratas? Vivir dentro de un sistema en el que el ciudadano elige entre opciones que significan lo mismo y luego autoproclamarse libre –palabra que no significa nada porque todo ser es libre- por ello y compadecer a los que son diferentes. Como el pobre labrador inculto de la Europa tardomedieval se llamaría a sí mismo cristiano compadeciendo consecutivamente a todos los infieles.
Ser demócratas es vivir en un mundo vacuo e idiota. El demócrata es un señor que va a la oficina o que está ocho horas frente a un ordenador, en sus días libres va al centro comercial, tiene un móvil y cuyos hijos chatean. A lo mejor preferiría ser un pastor afgano.
La libertad la tiene todo ser vivo. No se lucha por la libertad, se lucha –o se elige no luchar- con la libertad. Lo que cuenta no es la libertad, sino los medios de producción. Mientras sigan en manos de los poderosos, nadia cambiará esencialmente. Aquellos que viven perpetuamente en desposesión, que se levanten si pueden. Lo mismo que ladinamente los que los expropiaron pretenden conservar o que han robado con mentiras que yo no me creo. Pero a mí, personalmente, me son más simpáticos aquéllos que estos. No justifico ni a unos ni a otros, porque nada necesita justificación: todo sólo sucede. Pero me parece hermosa la violencia y la fuerza que hay en la lucha del animal por su elevación. Y yo soy ese animal.
Jan Carvasio
Amigo, que acertado tu artículo. Hace dos meses hablaban del Presidente Gadafi y ahora, los pequeños escribidores altisonan terminos como "sátrapa", "dictador". Que gran mascarada la nuestra. Pero sabes, creo que la mayoría de las personas saben que todo aquello, lo de las armas de destrucción masiva, lo del democrata y el dictador, saben que todo es mentira. Pero saben también, en su fuero interno, que les es necesario. Por eso tragarse toda la pantomima, porque es mejor para sus intereses tragársela. Lo que si es cierto, es que esa actitud condena al hombre a vivir, aunque a salvo, en la deshonra.
ResponderEliminarCuantos dictadores, cuantos asesinos han sido soportados por el mundo mientras eran leales a unos intereses comerciales. Que hipocresía gobierna el mundo, que la mayoría no quiere ser consciente de esto.
ResponderEliminarEl bombardeo mediático es incesante; entre una multitud de tiranos, hay uno que ha dejado de servir al mercado y debe ser sustituido, que pena que se lleve a cabo con el beneplácito de todo un coro de borregos que abogan por la libertad, de la que, no son conscientes que paradójicamente jamás han gozado.