miércoles, 19 de enero de 2011

En qué casa vivir

Buenos días, soy una joven ama de llaves que desea encontrar una casa donde trabajar. Acabo de llegar a la ciudad y he oído que hay dos casas en las que poder servir. ¿A cual debo dirigirme?. Pues mire la señora. Tiene usted la casa del señor Sam Smith. Es la casa más lujosa. Todos quieren trabajar allí. Las escaleras son de oro. Las asistentas tienen uniformes de seda y collares de perlas, las fuentes de la casa son de agua fresca, tienen las mejores cuadras de la comarca, y la paga es la mejor. El Señor Smith viste como un príncipe y de su cocina salen faisanes, miel y caviar. Las carrozas son de Europa, de caoba y plata y el trato es exquisito. Todos en la ciudad quieren trabajar allí. Vaya, a primera vista parece estupendo. Claro, el Señor Sam es el más rico. Cada cierto tiempo sale con sus hombres a caballo a dar una lección a quien le plante cara. La ciudad del Sur es toda suya aunque tenga su alcalde. Todas las plantaciones son suyas y si alguien intenta que el Señor Sam no se lleve la cosecha, lo pasan a cuchillo sus esbirros. El oro lo trae del norte. El año pasado hubo una matanza. La verdad es que todo lo que rodea a su ciudad es muy pobre porque la riqueza va a casa del Señor Sam Smith. El año pasado, incluso, se incendiaron las torres de la iglesia que hay en su hacienda. Se quemaron y luego se derrumbaron. Él acusó a la ciudad vecina y con esa excusa, los mataron a todos y quemaron sus tierras. Pero hay quien dice que fue él mismo Sam Smith el que tiró sus torres.
Ah, ahora entiendo. No trabajaré allí. No estoy tan necesitada.




Ramiro Carvasio

jueves, 6 de enero de 2011

El poder está oculto

El más astuto de los planes que ha ejecutado el poder en el último siglo es hacerse invisible. En el Imperio Romano, sabías que si el ejército, en una campaña militar derribaba un templo dejando sólo un muro lamentable, el principal responsable era Vespasiano, que era el emperador o Tito, que era su hijo. En el Siglo de oro, el que mandaba estaba bien a la vista. Y si el estado estaba arruinado era porque el estafador y vago Duque de Lerma se había quedado con todo el oro, la plata o cualquier cosa que brillara. Incluso en el siglo XIX estaba claro que era Napoleon el que invadía Rusia.

Pero en la segunda mitad del siglo XX, los poderosos de verdad, se inventaron unas figuras de cera, que colocaron frente a las cámaras, delante de las urnas, a los ojos del pueblo, mientras ellos, los que toman las decisiones, permanecen ocultos en una madriguera fétida o en un rascacielos. Los pequeños presidentes deciden de qué color van a pintar el garaje, el horario de los trenes. Y cuando vas a votar a uno u a otro de esos muñecos de "papelón", que diría Cervantes, solo votas la capacidad de pintar ,o no, el garaje de lila o que el tren salga a las 8:00 en vez de a las 8:05. Si se invade un país o no, si se estafa a una generación entera con la vivienda, si se elimina la sanidad pública, si te quitan la oportunidad de ir a la Universidad, si se regala el dinero del Estado, tu dinero, a los bancos quebrados de puro vicio, todo eso lo deciden otros, que están ocultos. Tú, enfadado, le tiras tomates al muñecón, pones a otro con tus bobos votos y hace lo mismo que el anterior porque al que manda de verdad, tú no lo ves.

El que manda de verdad es un dictador, son unos dictadores. Vivimos en una dictadura en la que los dueños no cambian, permanecen siempre ahí. Y la "Democracia", mientras tanto, cambia cada 4 años al portero de la finca. Fíjense en el pobre Obama. La esperanza y el adalid del cambio. No ha hecho nada porque en realidad, él no manda. Y cómo se porte mal, los dueños de la finca, le darán la justa reprimenda. Mientras tanto siguen las dos guerras, los deshaucios, los recortes sociales. Usted y yo cada vez peor esté uno u otro de estos administradores de pacotilla.

Cuando en realidad, los verdaderos dueños del país, del mundo, somos usted y yo, juntos.




Ramiro Carvasio